El puerto con la llegada más bonita de todo Pirineos
Puede que estés ante el puerto más bonito de los Pirineos. El tramo que va desde Gourette hasta la cima del Soulor, pasando por la cima del Aubisque y el circo de Litor, es sencillamente espectacular.
El puerto en sí tiene dos vertientes. La más conocida, y se podría decir que la más directa, es la que sale de Laruns, con 17 kilómetros alrededor del 7% de pendiente media. Todo un fuera de categoría. La otra vertiente es la que viene de la cima del Soulor, teniendo este a su vez otras tres vertientes diferentes, con lo que podemos considerar que por este lado el Aubisque tiene tres ascensiones distintas. Parece un lío, pero no es tanto. Las tres vertientes del Soulor:
- Desde Argelès-Gazost, la más clásica, algo más de 20 kilómetros, con una parte final dura y muy bonita.
- Desde Argelès-Gazost pasando por el col des Bordères, la última parte es compartida con la anterior.
- Desde Ferrières, la más constante, algo más de 12 kilómetros rondando el 8% de media.
El tramo del Soulor al Aubisque, pasando por el circo de Litor, es como he dicho antes una maravilla. Dedícate a disfrutar del paisaje.
El Aubisque ha sido puerto de paso del Tour de Francia en numerosas ocasiones, debutando en 1910, desde el año 1947, se contabilizan 46 pasos, siendo además final de etapa en 2 ocasiones (1985, 2007). En 2016 fue final de etapa de la Vuelta a España.
Y te voy a hablar concretamente de su estreno. Estreno también de los Pirineos en el Tour, con la ya mítica etapa Luchon-Bayona, el ‘circuito de la muerte’. Son 326 kilómetros, con ascensiones al Peyresourde, Aspin, Tourmalet y Aubisque, salvando pistas de tierra y grava en el mejor de los casos, con un terreno que por aquel entonces estaba lleno de osos. Y sin asistencia exterior de ningún tipo, los propios ciclistas tenían que cargar con los repuestos que creían necesitar. ¿Cómo te quedas?
Octave Lapize, posterior ganador de la etapa, al llegar a la cima del Aubisque, último puerto de la jornada, empujando su bicicleta y en un estado lamentable, empezó a gritar «¡Asesinos!» a los organizadores de la carrera que allí se encontraban. Lapize terminaría ganando también el Tour de aquel año, único que logró terminar, además de otras tres etapas. Murió en combate durante la I Guerra Mundial, en el año 1917.
Otra historia curiosa y con final feliz es la protagonizada por Win Van Est en el Tour de 1951. El ciclista holandés llegaba como líder de la carrera a la etapa que cubría Pirineos, con cuatro puertos de alta montaña. Al llegar a la cima del Aubisque ya perdía 12 minutos y veía como se esfumaba el maillot amarillo. Nada más coronar se lanzó en persecución -como se dice, ‘sin frenos’- y en la bajada del puerto, dos kilómetros después, había caído por un barranco de unos 70 metros. Una vez comprobado que seguía con vida, tuvieron que rescatarle entrelazando varios tubulares en forma de cadena, ya que era imposible acceder hasta él de ninguna otra manera. Van Est terminó en el hospital, sin maillot amarillo, pero con vida para seguir pedaleando.