De Cotefablo y Otal al puerto de Yosa
Subida al puerto de Yosa con doble vertiente, desde la cima del Cotefablo y desde el pueblo de Otal. Doble puyata en un recorrido de ida y vuelta que se puede ‘alargar’ hasta la cima del vecino Pelopín (Pilupín lo llaman en Linás de Broto) y disfrutar de unas de las vistas más privilegiadas de todo el Pirineo aragonés.
El puerto de Yosa era (y es) un paso de montaña que une los despoblados de Yosa y Otal. Despoblados en el Pirineo oscense hay unos cuantos, por diversas situaciones o motivos. Son despoblados o pueblos no habitados, pero no pueblos abandonados. Si algo bueno tienen las redes sociales (pocas cosas, pero alguna hay) es que me han hecho ver el cariño de las gentes por estos lugares. Lugares en el que vivieron (cada vez menos, el paso del tiempo…) o vivieron sus antepasados. Es bonito (muy bonito), ver la alegría de una persona al ver una foto actual de su pueblo, o un video, aunque las casas estén en mejor o peor estado y la maleza haya crecido donde antes no lo hacía. Son los recuerdos de una vida, la misma que siguen teniendo estos lugares gracias a las acciones de vecinos y no vecinos. Rehabilitaciones, nuevas construcciones, visitas, quedadas, excursiones, etc. Mientras haya un recuerdo, un pueblo no muere.
Personalmente me encanta pedalear por estos lugares. Me parece que tienen magia y sobre todo dan paz. No sabría cómo explicarlo, es una sensación única. Me gusta jugar a imaginar la vida en sus calles, pensar cómo serían sus inviernos y sus veranos, sus fiestas y celebraciones, etc. La de metros de desnivel que llevarían en las piernas (de gemelos irían bien).
Me encanta imaginar, cómo digo, y también conocer. Y para conocer hay que escuchar, y también leer. Que mejor (hablando del Sobrepuerto y particularmente de Otal) que José María Satué Sanroman. Autor de libros como ‘Sobrepuerto. Los ecos del silencio’ y ‘Otal, entre Erata y Pelopín’ entre muchos otros. Las siguientes líneas son suyas, todo un placer José María.
«Otal está enclavado en el fondo de un gran circo, entre los barrancos de Arriu por el E. y el Labañera por el O., escoltado por las cumbres de Erata y Pelopín, que rondan los 2.000 m. Es el lugar de mayor altitud de Sobrepuerto, 1.465 m., y , sin duda, el que ofrece un paisaje más pintoresco. Destaca el verde, en todas sus tonalidades, tanto en la zona boscosa, como en la pradería alpina de su puerto. Desde una atalaya próxima(Erata, 2005 m.), sus campos se ven como piezas de un complicado puzzle.
El pueblo conserva bastante bien sus edificios, tanto casas, como bordas y pajares, destacando en la parte más alta la iglesia de San Miguel. Llegó a tener 14 casas, más la vivienda del maestro, sumando un máximo de 93 habitantes en 1.857, reducidos a 82 en el censo de 1.950 y a 48 en 1960, poco antes de iniciarse su despoblamiento.
Poseía una ermita dedicada a San Benito, en lo alto de Erata, a 2.000 m., hasta la que ascendían los vecinos una vez al año(el 11 de julio). Subían por el camino de Patiecho, que parte de la iglesia hacia el NO., realizando una parada pasado el desvío del Fulco, donde rezaban unas oraciones y arrojaban ramas de arbustos sobre un montón de piedras, porque según la tradición, en este punto se ubicaba antiguamente un cementerio. Continuaban por el pinar d’o Fulco, Fondo de Cuecho y a Travesera, hasta llegar a la ermita. Ésta era de pequeñas dimensiones, poco más de un metro cuadrado útil, como se aprecia en sus ruinas. El santo estaba alojado en una pequeña hornacina. En cierta ocasión apareció destrozada la imagen por los alrededores. Adquirieron otra y, a partir de entonces, la guardaban en casa Calderero. Se celebraba una misa, con reparto de la caridad(vino y torta de anises) y se hacía una comida comunitaria. Por la tarde descendían hacia el pueblo por o Estachón.
Desde S. Benito-Erata se divisa un amplio panorama: una vista aérea de Otal, en el fondo del valle; todo Sobrepuerto; un gran tramo de los Pirineos; parte de la Jacetania y de la Ribera de Fiscal; hasta la Sierra de Guara. Una de las mejores atalayas que conocemos en aquella zona.
Como los demás pueblos, tenían organizados los pastos por zonas, con períodos de veda, alternando vacas y ovejas. En julio y agosto partían con el ganado lanar hacia los pastos comunales de Bujaruelo(valle de Otal). La fuente más importante del puerto es la fuente o Reguero, antiguamente formada por varios troncos de madera(baziones), después sustituidos por un abrevadero de cemento. Cerca de allí cada vecino tenía unas piedras planas para dar sal a su ganado.
En la pequeña selva, del camino de Escartín, obtenían madera para construir los edificos y también leña, en el espacio que cada vecino tenía adjudicado.
En el barranco Arriu, más abajo de la fuente, había un pequeño molino comunal, que funcionó hasta los años cincuenta. Construyeron una pequeña balsa de regulación en el barranco, pero se derrumbó en el primer intento de llenado, al parecer no dieron tiempo a que fraguase el cemento. Su uso se organizaba de la siguiente forma: se hacía un sorteo cada temporada, con 10 bolas numeradas, una por cada casa, estableciendo un turno(a redolín). Se molía dos talegas por casa, siguiendo dicho orden, hasta que todos habían pasado. Después quedaba libre, pudiendo moler cada uno lo que quisiera, siempre que hubiera caudal suficiente para hacerlo funcionar. Ahora está derrumbado y casi tapado por la maleza.
Merece la pena una visita a este pueblo escondido entre esos recónditos montes, para contemplar las mejores muestras de la arquitectura popular, disfrutar de un silencio que impresiona, de un claro amanecer o de un incomparable anochecer…
El 31 de agosto, en la festividad de San Ramón, se celebraban las fiestas patronales, con la famosa ronda precedida por los machos cabríos(chotos), con sus sonoros cencerros, engalanados con cintas y flores. Los mozos competían ascendiendo por un mástil enjabonado, tratando de coger el trofeo que se había colocado en su extremo. El 12 de enero(Bautismo de Jesús) se celebraba la fiesta pequeña.»