Un 3000 en Pirineos sobre una bici todo terreno
Un 3000 en BTT. ¿A qué suena eso? Aquí lo que nos mola es subir montañas pedaleando. Ese ‘sufrir’ adictivo que tienen los puertos, difícil de explicar si no lo has experimentado. En mi caso es una mezcla de que disfruto sudando a pedales (hay que recordar que el ciclismo es un deporte en el que vas sentado, eso es un plus) y de curiosidad. ¿Qué habrá un poco más arriba? ¿Se verá algo chulo desde allí? ¿Quién o qué me voy a encontrar por el camino?
También me molan los retos conmigo mismo. Esa lucha entre el cuerpo y la mente para ver hasta dónde puedo llegar y ver que el límite siempre está un poco más lejos de lo que pienso.
En resumen, nos gustan los puertos, escalar con bicicleta. Y, como en todas las cosas, siempre hay pioneros. Pues de eso te vengo a hablar ahora. Subir una montaña de más de 3.000 metros, en Pirineos y con una bicicleta ‘todo terreno’. Los valientes: Víctor Barón y Agustín Revuelto. Estamos hablando del año 1989. ¡Ojito! Yo bebiendo biberones y ya había gente haciendo cosas con las que yo soñaría después. Un 3000 en BTT ¡Mis respetos!
Lo cuenta el propio Víctor Barón: «Mi estado de forma era muy bueno, pues competía en triatlón, con btt en campeonatos nacionales…”. Recuerda que era el “único aragonés” y también que “era más joven”. Y sigue: “Tengo casa en Plan, pero por aquel lejano 1989 todavía no la tenía finalizada y solíamos acampar abajo en la chopera al lado del Cinqueta. Ascender a un 3.000 en BTT era algo ‘mítico’ que tenía en mente y se lo propuse a Agustín Revuelto”.
El pico elegido fue el Culfreda: «Con sus 3.034 nos venía genial. Yo además lo conocía por haberlo ascendido en invierno y no necesitábamos coche para la aproximación. Partimos con nuestras bicis todo terreno desde el mismo Plan, San Juan de Plan, Virgen Blanca, Tabernés y el camino tradicional de siempre hasta la cima. No contamos los kilómetros pero será fácil calcularlos. Lógicamente, cuando nos metimos en la pura ascensión, el desmontar y tirar de bici se convirtió en habitual. No lo recuerdo duro, pero quizás pudimos pedalear un 70% del total y un 80% bajando. Descendiendo nos embarcamos en un inmenso nevero (aguanieve) con vegetación que nos amargó un poco el día”. Y apunta sin duda que “con las bicis actuales estos porcentajes cambiarían significativamente”.
Las sensaciones que se tienen al realizar un reto de este tipo son brutales. Más aún cuando es algo diferente, algo curioso. Una cabezonería que te llega a dar igual que nadie entienda y de la que tú mismo estás orgulloso. Aquí lo que recuerda Víctor de aquel día: «No hay duda de que nos invadió una gran sensación de plenitud y ‘poderío’. De alguna manera sabíamos que estábamos marcando un hito, pues nadie lo había realizado con anterioridad, sobre todo porque no existían tales bicicletas. Tanto la subida al Culfreda, Moncayo o las muchas que he realizado por la zona (Alto de Chia, Basa de la Mora…) fueron realizadas en los comienzos de la btt… Años 80, cuando éramos cuatro los que teníamos esas bicis, para nada sofisticadas y por supuesto hoy en día con las nuevas máquinas nada que ver”.
Hazañas que regresan a la memoria, como aquella en la que subió a la Basa de la Mora por el sendero que parte de Plan, con aquella bici de los años 80. “Tuve que bajarme, claro, pero no tanto como pueda parecer… Sobre todo bajando, antes estaba el sendero más transitable”.
En cuanto a la alimentación durante la actividad física, me he dado cuenta que sigo anclado en los años 80. Será que soy un clásico. Por motivos de salud, y más concretamente de alergias, no puedo tomar ninguno de los geles, barritas o cualquier ‘preparado energético moderno’. «No digo diferente, digo raro» que diría Fito. Así que tiro de mermeladas caseras, plátanos, bocadillos… Me sacó un sonrisa el avituallamiento que llevaron Víctor y Agustín aquel día: «En aquellos años no existían tantos medios ‘sofisticados’ de alimentación. No lo recuerdo exactamente, pero llevaríamos agua, chocolate y bocadillos, fruta y poco más«.
‘Cuidao’ que esto no acabó aquí. Sólo dos meses después de esta aventura se embarcaron en otra: subir el Moncayo. Por supuesto, encima de una bicicleta de montaña.
En este caso los valientes serían, José María Fernández (responsable nacional de btt), José Antonio Barrios (prestigioso escultor), Víctor Barón (triatleta y aventurero) y José María Ruiz (padre del mítico Nicolás Ruiz).
Esto es lo que recuerda Víctor de aquel día: «Subimos por Beratón, sin apenas poner pie a tierra. Se trató de un magnífico reto que salió reflejado en la prensa. Se trataba de algo realmente novedoso. Muy poca gente sabía que existían bicis todo terreno con las que se podían subir montañas. Decir que la Federación Española de Ciclismo no sabía qué tratamiento dar a este nuevo boom, se lo quería quitar del medio y por otra parte observaba una realidad aplastante como era su continuado crecimiento».
Podéis seguir las aventuras de Víctor en su página de Facebook y en su blog