La montaña de los italianos
Todo un mito del Tour de Francia. Se estrenó en 1922 y hasta el día de hoy ha sido puerto de paso en 34 ocasiones y sólo una (2017) final de etapa. Tiene dos vertientes y a lo que números se refiere este sería el resumen:
- Briançon: 19,2 kilómetros rozando el 6% de media
- Combe du Queyras: 15,9 kilómetros al 6,7% de media
Así a grandes rasgos no asusta mucho, ves que es una subida larga pero con medias moderadas que a ritmo sería fácil subirla. Para Henri Desgrange, creador de la carrera francesa, este puerto era un mentiroso. Exactamente sus palabras fueron estas:
“La primera parte puede escalarse elegante y civilizadamente, apenas hay que doblar la espalda. Pero todo ha de llegar a su fin. Es estupendo porque, poco a poco, te das cuenta de que el Izoard te ha engañado. El Izoard es intrigante, como una historia que te mantiene despierto toda la noche y no se acaba nunca. Porque el Izoard no acaba, es interminable. Puede parecer manso y tranquilo y hacerte creer que lo estás derrotando, pero nada de eso. Cuando llega una curva y te dispones a respirar o dar un suspiro de alivio, te golpea las piernas con una rampa que acabaría con un mulo”
Para Jacques Goddet, director del Tour durante 50 años, desde 1936 a 1986 era como «una versión actual del infierno»
Con estos datos, te tienen que estar entrando unas ganas de echarte la bici a cuestas y plantarte en los Alpes….
Para mí es un puerto chulo de narices, precioso. Una leyenda en la que se respira ciclismo añejo, ‘el ciclismo de antes’, donde se corría con el corazón, se comía lo que se podía y en contra de lo que se pueda pensar, se usaba mucho la cabeza. Sin pantallas con datos, había que ser listo además de fuerte. Tiempos de valientes. Pasar por la Casse Deserte encima de la bici es como para un aficionado al fútbol jugar un partido en Wembley. No hay nada más bonito que llorar de felicidad (igual un concierto de Rosendo, pero ya se jubiló hace unos años) y no digo que lo hiciera a moco tendido, pero un par de lágrimas me cayeron al pasar por ahí.
Hoy en día, la irrupción de puertos con pendientes imposibles, hacen que el Izoard sea un puerto más en lo que a dureza se refiere. Con todo, es un ‘Hors Categorie’ que se merece todos los respetos. El último puerto que vio pasar a Eddy Merckx de amarillo. ¡Ojito!
‘La montaña de los italianos’, quizá porque son más los que han coronado su cima. Uno de ellos, Gino Bartali (éste tiene un libro aparte), llegaba a los Alpes con 21 minutos perdidos sobre Louison Bobet en el Tour de 1948. Bartali recibió la llamada del primer ministro italiano Alcide de Gasperi en la jornada de descanso. «Acaban de atentar contra el ministro Togliatti, estamos al borde de una Guerra Civil, puedes hacer mucho ganando etapas.»
A sus 34 años, Bartali reventó la carrera en los Alpes. Recuperó 20 minutos a Bobet en el Izoard y conquistó el amarillo al día siguiente con la Croix de Fer y el Galibier. No sólo ganó su segundo Tour de Francia sino que pudo evitar una guerra. Lo de los italianos con el ciclismo es otro nivel.
Actualmente, otro italiano con pendiente en la oreja, quizás en homenaje a ‘Il Pirata’, vende chucherías en la cima de este coloso alpino. Nos contó que se pegó muchos años haciendo lo mismo en la cima del vecino col de Agnel, o colle dell’Agnello que lo llamaba él, y me quedé con la duda si lo cruzaría todos los días para volver a casa, como un día lo hizo Aníbal con sus elefantes camino de Roma en la Segunda Guerra Púnica. Esto ya te lo cuento en otra ocasión, lo de los elefantes digo. Si te decides a coronar el Izoard con tu bici, cómprale ‘chuches’ al pirata y de paso resuelves la duda.