





De Torrealta al pico Javalambre
Subida al pico Javalambre desde Torrealta siguiendo el track de Montañas Vacías.
La bicicleta (o el mundo del ciclismo) se puede entender de varias maneras. En concreto y por hablar de mi (he venido a hablar de mi libro) ya que soy el que escribe, la bici la uso para descubrir. Soy más curioso que ciclista (esto creo que lo he dicho ya muchas veces…). Desde hace mucho tiempo, me he alejado de todo lo que tenga que ver con competir, no me parece sano ni física (tiene narices que este diciendo esto), ni mentalmente (que quede claro que sólo es una opinión). Tampoco soy extremista (en nada, salvo en la música) y me mola ver (y las disfruto) las grandes vueltas (lo que mola ‘Le Tour’ desde dentro) o clásicas ciclistas de un día por poner un ejemplo. Pero no me gusta participar de ellas. Evidentemente no hablo de ciclismo profesional, en donde por nivel no llegaría ni a ayudante del ayudante, hablo de cualquier ‘carrera’ de pueblo. Vamos, que no me gustan los dorsales.
El resumen de todo esto, es que la bici la uso como un elemento social, cultural y de contacto con la naturaleza. Me parece el ‘artilugio’ perfecto con el que poder conocer y descubrir cosas, lugares y personas, a la velocidad perfecta. Con el plus necesario de sufrimiento (que sufrir sí me mola) y ese veneno de sentir la sangre en las piernas, al igual que el aire en los pulmones. Y una excusa perfecta (no nos engañemos) para poder ‘ponerte hasta el culo’ (que se me entienda) de comer y beber sin remordimiento alguno, o lo que es lo mismo, una excusa para VIVIR. La guinda del pastel, a mi forma de entender todo esto, es usar la bici como el vehículo hacia la soledad buscada y deseada. Pocos placeres hay como poder perderte contigo mismo (sabiendo dónde estás).
Y como en todo hay referentes, (que cuando son buenos, bien necesarios son) un referente en esta MANERA DE VIVIR (grande ese Rosendo) es Ernesto de Montañas Vacías. Mira que no lo conozco personalmente, pero me molan sus rutas, sus dibujos, sus escritos, y su manera de entender la bicicleta, que es de lo que venimos hablando (y perdón por la chapa).


Es un puerto largo, muy largo, en el que te vas a encontrar de todo. Zonas abiertas y boscosas, tramos picantes y otros no tanto, ‘falsos llanos’ e incluso alguna que otra bajada prolongada. Por no hablar de la visión de ‘paisaje lunar’ en sus últimos kilómetros. que es más que impresionante.
Como he dicho anteriormente, se sale de Torrealta. Pedanía que pertenece al municipio de Torrebaja, que a su vez pertenece a esa curiosa ‘isla’ de la Comunidad Valenciana entre Teruel y Cuenca, que es el Rincón de Ademuz.
La primera parte de la subida es exigente, con tramos de pendiente alta y un sol que apretaba a finales de noviembre. No me quiero imaginar la sudada en pleno verano. Poco antes de llegar al desvío del aeródromo forestal, coronas esta pequeña puyata dentro de la puyata principal y puedes soltar piernas en un largo tramo de bajada.
Tras varios giros y cambios de pista que no te supondrán un problema si vas siguiendo el track, entras dentro del Parque Natural de la Pobla de San Miguel. Lo que hasta el momento era pedalear a cielo abierto, se convierte en un bosque que en algunos casos llega a ser bastante cerrado. Curioso es el mirador del Carro Quebrado en el que según leí después (ya que no lo llegue a ver in situ, muy a mi pesar) se puede observar a lo lejos la figura a tamaño real del Turiasaurus riodevensis. Gigante de gigantes este dinosaurio autóctono de la zona, concretamente el más grande de Europa y uno de los más grandes del mundo. ¡Poca broma! Sus restos fueron hallados en el año 2003 en un antiguo campo de labranza cercano a Riodeva.
Fuera ya de los límites del parque, encaras la subida al collado del Buey. Esta tendrás que sudarla, ya que te vienen tramos de pendiente realmente exigentes. Una vez pasado el collado, que por cierto, tiene refugio, el terreno se vuelve a abrir por completo y entras en la anteriormente mencionada, ‘zona de paisaje lunar’.
Las sensaciones aquí son preciosas, o por lo menos a mi me lo parecieron. No tuve la percepción de estar pedaleando a una altitud cercana a los 2000 metros. Igual porque me he criado en monte bajo o monte de estepa zaragozano, y la visión en ese momento podía ser algo parecida.
Los últimos kilómetros son oro puro, de verdad, no sabría como describirlos así que lo mejor es que si no conoces la zona, vayas a descubrirla tu mismo y ya me cuentas que te parece. O mejor aún, se lo cuentas a Ernesto, que es el artífice de todo esto.
Para terminar y dentro de la sección de ‘cosas que no le importan a nadie’, fui a grabar (y disfrutar) la subida con gregario. El ya mítico Boni (un border collie de pelo corto). Este tiene un artículo aparte, pero ahora no viene a cuento. El caso es que al llegar a la cima, me sorprendió la presencia de un mastín solitario, ya que no veía rebaño por ningún lado. Lo que parecía una anécdota, se convierto en peligro cuando aparecieron ladrando otros cuatro mastines más (igual eran tres y con el acojone conté uno de más). No sé si has visto la peli del Rey León (supongo que sí), la escena era igual que cuando las hienas rodean a Simba. No había nadie en kilómetros a la redonda (igual estoy exagerando para darle más épica al asunto) y la historia podría haber sido diferente, pero salimos enteros y sin lamentar daños de aquella situación. Un mastín protegiendo al rebaño (rebaño que no vi ni escuché por ninguna parte) puede ser más peligroso que cualquier cosa que te puede venir a la mente. Una manada de mastines ya ni te cuento. Importante si vas con perro es atarlo y rodearlos alejándote del rebaño (si existe) lo máximo posible.